El espectáculo vivido el lunes en la Comisión de Hacienda del Congreso fue esperpéntico. Podría haber sido divertido, si no fuera antes dramático. El Gobierno había pactado con Junts, y supongo que con el PNV, la retirada del gravamen extraordinario a las compañías energéticas. A los primeros les preocupaba la posible pérdida de inversiones de las empresas, ante el castigo fiscal. A los segundos no les preocupaba en realidad nada. La conversión en impuesto les garantizaba su cobro en las arcas forales y la utilización de la capacidad normativa del Concierto les habilitaba para eliminarlo o, al menos, reducirlo a voluntad. Todo iba bien, pero los partidos situados a la izquierda de su izquierda, a quienes molesta que les califiquen… Ver Más
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