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De problema a solución: la segunda vida del aceite de cocina usado

Poco a poco va aumentando la conciencia de la necesidad de reciclar el aceite de cocina usado, aunque lejos estamos todavía de conseguir los resultados del reciclaje del plástico o del papel. El aceite vegetal es un compuesto orgánico que una vez usado sufre alteraciones químicas por las altas temperaturas y cuando acaba en el fregadero o en el inodoro produce problemas en las redes de saneamiento y contamina las aguas de los ríos. Además, el aceite vegetal reciclado tiene varios usos sostenibles y beneficiosos que ayudan a reducir dicho impacto ambiental. «Algunos de los usos más comunes pasan por la posible producción de biodiesel, fabricación de jabones, generación de energía eléctrica o calorífica, o la producción de bioplásticos, etc…», indica el profesor Carlos García Izquierdo, investigador del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas) del CSIC. García Izquierdo recuerda que no reciclar el aceite vegetal usado podría producir un impacto ambiental negativo, ya que «su vertido incontrolado podría causar problemas sobre ecosistemas tan importantes como los suelos o aguas (un litro de aceite usado podría contaminar hasta 10.000 litros de agua)». Además, el reciclado de residuos entra de lleno en una economía circular «cada vez más necesaria en nuestra sociedad, pero esto debe realizarse sin provocar impactos negativos en el medio ambiente», puntualiza. Resulta interesante conocer proyectos que se están llevando a cabo con el aceite vegetal usado y que están teniendo importantes resultados. Entre ellos el proyecto Pretenacc, apoyado por el programa Ignicia de la Axencia Galega de Innovación de la Xunta de Galicia, pretende poner en marcha un método pionero para fabricar bioplásticos de origen vegetal. «Es el resultado del trabajo de más de 10 años de un equipo de investigación del Centro Cretus financiado por diversos proyectos nacionales y autonómicos. El proceso Pretenacc tiene por objetivo la valorización de aceites de cocina usados para la producción mediante un proceso biológico de biopolímeros (polihidroxialcanoatos o PHA) denominados bioplásticos con propiedades similares a las de los plásticos convencionales obtenidos a partir del petróleo», comienza por explicar la investigadora de Cretus Anuska Mosquera. Estos bioplásticos se obtienen por tanto a partir de fuentes renovables, se basan en un proceso biológico y son biodegradables. «De este modo se pretende avanzar en la gestión de los aceites de cocina usados, que actualmente se emplean para producir biodiésel, y convertirlos en un material, que es algo que promueve la jerarquía de valorización de residuos actual de la UE», matiza. El bioplástico obtenido podrá usarse «para sustituir progresivamente los plásticos convencionales producidos del petróleo reduciendo por tanto su efecto negativo sobre el medio ambiente», añade. Tal y como explica Mosquera, la diferencia fundamental de este método pionero radica en el proceso biológico que se emplea que «está constituido por una unidad de reacción donde se llevan a cabo todos los procesos biológicos precisos para la obtención del bioplástico. Estos son la hidrólisis del aceite para ponerlo accesible para su transformación mediante el consorcio bacteriano, el crecimiento del consorcio microbiano con capacidad de acumular los bioplásticos y la etapa de acumulación de estos». Hasta la fecha los procesos que llevan a cabo la producción de estos bioplásticos a partir de corrientes residuales se realizan en dos o tres unidades de reacción separadas que consisten en un pretratamiento del residuo, una etapa de desarrollo del cultivo microbiano y una etapa final de producción del bioplástico. «El hecho de poder realizar la producción del bioplástico en un único reactor reduce los costes de construcción y de operación del sistema», subraya la investigadora quien trabaja en el proyecto junto a sus compañeras Alba Pedrouso Fuentes y María Ángeles Val del Río. Por otro lado, destaca que el aceite de cocina usado despunta como un residuo muy adecuado ya que presenta una composición poco variable lo que favorece que el bioplástico obtenido mantenga su composición y como consecuencia sus propiedades plásticas en rangos muy definidos. En este momento se está llevando a cabo el escalado del proceso biológico a nivel demostrativo en una planta piloto de 600 L instalada en una empresa de gestión de aceites de cocina usados, PMA Nutrigrás situada en Mos (Galicia). «Los resultados obtenidos se están usando tanto para la optimización del proceso como para la realización del diseño del proceso a escala industrial que permitirá conocer los costes de implantación y operación de una planta de producción de bioplásticos a escala industrial», explica el equipo investigador. El año pasado Repsol puso en marcha una nueva planta en su refinería de Cartagena con una capacidad de producción de 250.000 toneladas de diésel renovable (HVO) y SAF al año que se puede usar en diferentes vehículos con motor de combustión. «Esta planta procesa 300.000 toneladas al año de residuos. Actualmente, nos llega aceite de cocina usado y residuos agroalimentarios», explica Antonio Mestre, director del Complejo Industrial de Cartagena. Es la primera planta en la Península Ibérica en la que se fabrican estos combustibles 100% renovables. Para producir este combustible se está usando actualmente un 80% de aceite usado y un 20% de otras materias primas. De momento están importando parte de estos materiales, aunque la idea es poder realizar toda la producción con aceites de cocina usado y residuos agroalimentarios que procedan de España. Dicho aceite llega al puerto que se encuentra en el Valle de Escombreras y se descarga en uno de los cuatro depósitos que tiene Repsol con capacidad de 36.000 toneladas. Llega a la planta tras recorrer 4,5 kilómetros de tuberías calefactadas para mantenerlo líquido y así poder transportarlo. Ya en el corazón de la planta, en la unidad de hidrotratamiento, en una primera fase el aceite se trata con el hidrógeno y un catalizador, una sustancia que acelera y facilita una reacción química para romper su estructura molecular. No obstante, todavía no tiene las propiedades de temperatura adecuada y podría solidificarse. Pasa al horno donde alcanza más de 300ºC para poder ser tratado. Y en la segunda fase se produce una nueva reacción donde se transforma la estructura molecular del producto para garantizar su funcionamiento óptimo en situaciones de frío. Por último, en la torre fraccionadora se somete a diferentes condiciones de presión y temperatura para obtener combustibles renovables para aviación y diésel renovable que se usa en distintos sectores del transporte. Carlos García Izquierdo, investigador del CEBAS del CSIC, explica que la producción de biodiesel a partir de aceite vegetal usado genera a su vez algunos residuos tales como la glicerina cruda como principal producto, aguas residuales, así como algún tipo de lodo residual. «Los mencionados residuos generados, tienen potencial para aprovecharse mediante una adecuada digestión anaerobia. La digestión anaerobia de residuos orgánicos se producirá, para el caso de aquellos derivados de obtención de biodiesel, siempre que exista un pretratamiento para evitar algunos contaminantes y eliminar así problemas en el sistema. Además, estos residuos pueden también ser mezclados con otro tipo de sustratos orgánicos, con el fin de mejorar la producción de biogás en el proceso de digestión anaerobia propuesto», indica. Hace unos años el grupo de investigación del CEBAS-CSIC participó en el proyecto europeo Valuvoil investigando la posibilidad de usar los digestatos aparecidos después de la digestión anaerobia de los residuos derivados de la obtención previa de biodiesel, como posible fertilizante en agricultura. «De manera general sabemos que todos los procesos de digestión anaerobia de residuos orgánicos conllevan la aparición de un nuevo residuo llamado digestato o digerido», subraya García Izquierdo. Su grupo de pesquisa llevó a cabo investigaciones dirigidas a conocer los efectos que los digestatos tienen cuando se valorizan en agricultura, como posible fertilizante orgánico. Se desarrollaron experimentos usando digestatos obtenidos tanto a nivel de laboratorio como con los resultantes del prototipo usado en el proyecto, para demostrar si son adecuados para su uso en agricultura. «Todos los ensayos realizados condujeron a la conclusión de que este tipo de digestatos pueden ser usados en agricultura, siempre que exista un control sobre los mismos, teniendo presentes los siguientes aspectos: las características del digestato ya que éstas deben ser adecuadas para su valorización en agricultura, porque no deben contener ningún tipo de contaminante no deseable; proponer un manejo adecuado de los digestatos, bien en «bruto», bien separados en sus dos fracciones, líquida y semisólida, con los ajustes de dosis necesarios; hay necesidad de monitorizar, tanto en suelo como en plantas, los efectos derivados del empleo de esta fuente de fertilización, en comparación con otras convencionales», puntualiza. Valuvoil ha demostrado que estos digestatos pueden aportar nutrientes esenciales para los cultivos y mejorar la calidad del suelo, siempre que se gestionen adecuadamente. Existen otros casos de éxito en los que los digestatos generados durante la digestión anaerobia de residuos han sido utilizados de manera eficaz en la agricultura como fertilizantes. Son proyectos que confirman que la innovación tiene recetas de éxito para convertir el problema de estos residuos en provechosas soluciones.

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